23. Locura

Estábamos de fiesta en la casa de Ferrer. Yo estaba muy tomado, y me enojé mucho porque me di cuenta como había sido olvidado por alguien importante para mí. Vaya un deja vú, lo mismo había hecho Brenda cuando tuvo novio, y si vuelvo al pasado Cynthia también lo hizo con un chico llamado Max. Porque siempre era dejado a un lado por los que más quiero. Esta vez no quería que las cosas fuesen iguales. Esta furia se apodero de mi. Un enojo que me desquiciaba.

Estando en la fiesta, había muchas personas que no conocía. Él había venido con ella, y como siempre cuando ella esta, Aleks no existe. De pronto los dos subieron al baño en el primer piso. Muchas personas se fueron. Vi la mochila de ella. Como la serpiente que es hábil, fui rápido y la tomé. Salí al patio para buscar dónde esconderla. Había una canasta colgada en la pared, me estire y la coloque ahí. Entre y me senté en el sillón. De pronto todos llegaron de nuevo, ella buscó su mochila y no la encontró. Le marcó a su mama y soltó unos gritos y llantos. Él se sentía culpable, estaba muy borracho y necio. Todos buscaron la mochila, buscaron y buscaron, pero nunca la encontraron. Pensaron que habría sido alguien de los extraños que habían llegado. Caos.

En la noche cuando todos dormían, pensaba en salir y esconderla lejos de la casa. Estaba cerrado con llave afuera. De pronto estaban los dos en el sillón dormidos. Vi su iPhone, lo tome, subí al baño arriba, y lo tire en la caja del agua. Veía como el celular se apagaba. Cerré la caja del agua y me fui a dormir. Al día siguiente ella y todos buscamos en todas partes su iPhone y no lo encontramos. Todos nos fuimos a nuestras casas. Ella desesperada, había perdido su mochila, sus apuntes, sus credenciales, y todavía a eso su iPhone. Vaya locura. La furia te ciega y haces tonterías. Vi cuan hábil era, cuán vil podría ser.

Pasaron muchos días y muchas fiestas más. En una de ellas vi que aún estaba ahí su mochila. La tomé, salí de la casa y la escondí debajo de un carro abandonado. El celular lo saque del agua, a pesar de todo pronóstico aún prendió. Sabía que ya no iba a servir bien, lo vendí por doscientos pesos. 
Al paso de unas semanas, le conté a Giselle y a Pablo lo que había hecho. Yo tenía miedo que Pablo le dijera a su mejor amiga lo que había pasado. Si, era su mejor amiga. Giselle insistía en que quería ir por la mochila. Al fin y al cabo, yo nunca la abrí, estaba intacta. Una mañana fuimos los tres a buscarla, la encontramos, habían pasado alrededor de un mes y seguía ahí, frente a todos. La abrimos juntos, como en esas películas de terror después de cometer un crimen. Nos repartimos las cosas, Pablo se llevó la bata, unos cuadernos y la carpeta. Giselle dijo que podía lavar la mochila y venderla, se llevó la lapicera, una chamarra de él y una sudadera de ella, y unos cuadernos porque según ella le faltaban apuntes de esa clase. Yo tomé unos condones que había ahí adentro. No sé porque tenía condones, su novio decía que nunca lo hacían, él se quejaba con todos de eso. Me lleve también las credenciales de ellos, pensaba en algún modo devolverlas.

Ese día regresaron ellos a su salón, sentía que nos iban a cachar, porque todo lo guardaron en sus mochilas. Y en cualquier momento que la abrieran y alguien los viera, todo estaría arruinado. Gracias al destino no fue así. Así fue la historia de esta aventura. Tenía nuevos cómplices en mis crímenes.

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