8. Una pequeña fiesta nunca ha matado a nadie
Mi amiga Cinthia hizo una fiesta en su casa. Todos compramos alcohol con el fin de terminar muy mal. Jugamos, cantamos y nos divertimos como siempre. Yo compré un tequila, Ismael compró un ron y los demás cervezas. Esta vez no nos acompañó Purple, porque ella iba mucho al estado de Puebla.
Eran ya las 3:00 a.m. cuando estando todos en la sala, de pronto la música se detuvo. El celular de la música era Ismael, entonces recordé que había subido al piso de arriba, al baño, pues el de abajo estaba ocupado. Entonces subí las escaleras, esperé unos 15 minutos afuera a que saliera. Cuando entendí que ya había pasado mucho tiempo le toque a la puerta. Él se había quedado dormido, como siempre, salió y me dijo lo siguiente:
Ismael: No tienes una idea de cuánto te considero como un amigo. No tienes una idea de cuánto me importas.
De pronto la situación se tornó de un sabor diferente. Él se inclinó a mí y con sus manos detrás de mis orejas, acerco mis labios a los suyos. ¿Sería esto un sueño? No. Era la realidad. Yo continué besándole por un muy buen rato. Tanto como para recordar la textura de sus labios, el sabor a ron de su boca y el calor de su respiración en mi cara.
Cada segundo, cada beso en el cuello, elevaba la temperatura. Sus manos empezaron a rodear mi cadera, y de pronto... mi trasero. Nuestras respiraciones eran tan rápidas y profundas. Estábamos recargados al barandal. Al borde de caer ya sea por las escaleras o por qué no aguantará nuestra pasión el barandal.
Lo empuje hacia la pared del baño. Trate de ahora yo tomar el timón, sin embargo no me lo permitió. Me tomo de la cadera de nuevo y me puso a mí en contra de la pared. Seguimos besándonos, sus manos y mis manos ya estaban en todas partes. Cuán dura la tenía, al punto que sabía que estaba apunto de explotar. Yo no me quedé atrás, era una noche perfecta, había algo en él que me excitaba demasiado. Estaba probando mis límites, mi cuerpo estaba dispuesto a todo. Estábamos a punto de hacer cosas que no se deben hacer.
Sin embargo me di cuenta mientras el besaba mi cuello que alguien con chinos bajaba las escaleras, como si fuese de regreso. Decidí que no quería que nada más pasará. Decidí detenerlo. Al hacerlo me dijo:
Ismael: no finjas, sé que me amas, me miras como miras a Brenda. Yo guardaré tu secreto.
Después me volvió a besar un corto tiempo. Luche contra mi instinto y le dije que iba a entrar al baño. Me miró como si no lo creyera y me dijo con un tono de niño berrinchudo "métete ya". Y bajó las escaleras.
Eran ya las 3:00 a.m. cuando estando todos en la sala, de pronto la música se detuvo. El celular de la música era Ismael, entonces recordé que había subido al piso de arriba, al baño, pues el de abajo estaba ocupado. Entonces subí las escaleras, esperé unos 15 minutos afuera a que saliera. Cuando entendí que ya había pasado mucho tiempo le toque a la puerta. Él se había quedado dormido, como siempre, salió y me dijo lo siguiente:
Ismael: No tienes una idea de cuánto te considero como un amigo. No tienes una idea de cuánto me importas.
De pronto la situación se tornó de un sabor diferente. Él se inclinó a mí y con sus manos detrás de mis orejas, acerco mis labios a los suyos. ¿Sería esto un sueño? No. Era la realidad. Yo continué besándole por un muy buen rato. Tanto como para recordar la textura de sus labios, el sabor a ron de su boca y el calor de su respiración en mi cara.
Cada segundo, cada beso en el cuello, elevaba la temperatura. Sus manos empezaron a rodear mi cadera, y de pronto... mi trasero. Nuestras respiraciones eran tan rápidas y profundas. Estábamos recargados al barandal. Al borde de caer ya sea por las escaleras o por qué no aguantará nuestra pasión el barandal.
Lo empuje hacia la pared del baño. Trate de ahora yo tomar el timón, sin embargo no me lo permitió. Me tomo de la cadera de nuevo y me puso a mí en contra de la pared. Seguimos besándonos, sus manos y mis manos ya estaban en todas partes. Cuán dura la tenía, al punto que sabía que estaba apunto de explotar. Yo no me quedé atrás, era una noche perfecta, había algo en él que me excitaba demasiado. Estaba probando mis límites, mi cuerpo estaba dispuesto a todo. Estábamos a punto de hacer cosas que no se deben hacer.
Sin embargo me di cuenta mientras el besaba mi cuello que alguien con chinos bajaba las escaleras, como si fuese de regreso. Decidí que no quería que nada más pasará. Decidí detenerlo. Al hacerlo me dijo:
Ismael: no finjas, sé que me amas, me miras como miras a Brenda. Yo guardaré tu secreto.
Después me volvió a besar un corto tiempo. Luche contra mi instinto y le dije que iba a entrar al baño. Me miró como si no lo creyera y me dijo con un tono de niño berrinchudo "métete ya". Y bajó las escaleras.
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